Covid-19. La pandemia que ha hecho temblar al mundo

Cuando las grandes crisis sanitarias a nivel mundial parecían cosa del pasado, cuando en pleno siglo xxi e inmersos en una revolución tecnológica que sigue transformando día a día nuestra realidad creíamos que las pandemias eran algo superado, un virus ha paralizado nuestro modo de vivir.
El coronavirus SARS-CoV-2, un virus hasta ahora desconocido, se ha propagado por prácticamente todo el mundo sembrando primero la incredulidad y después el desconcierto. La globalización probablemente ha jugado a favor de su rápida expansión (según la Asociación Internacional de Transporte Aéreo, IATA, solo en 2018 volaron en el mundo un total de 4.400 millones de pasajeros), pero al mismo tiempo la aldea global comunicativa nos ha acercado permitiendo compartir información, proyectos y estudios desde todos los puntos del globo.
El estado de alarma sigue vigente, en principio, hasta el próximo 26 de abril, cuatro días después de la publicación de este especial. En adelante, saber cómo y cuándo se recuperará la normalidad parece todavía difícil de aclarar, si bien todo apunta que no va a ser un camino corto. Informan los expertos que una pandemia solo se considera en fase de control cuando el 60% de la población está inmunizada, bien sea porque ha superado la enfermedad, muchas veces incluso sin sintomatología pero habiendo desarrollado anticuerpos propios, bien porque ya se dispone de una vacuna.
A pesar de que laboratorios en todo el mundo multiplican sus esfuerzos para conseguir esa vacuna, no parece que antes de un año pueda estar certificada por las autoridades sanitarias y disponible. Así, la vía pasa por el propio sistema inmunitario de la población. Y para conocer a ciencia cierta quién ha superado y quién no el coronavirus el Ministerio de Sanidad, junto con el Instituto de Salud Carlos III y el Centro Nacional de Estadística (INE), está ultimando cómo se gestionará el estudio de seroprevalencia. De su recogida de datos, que correrá a cargo de la atención primaria, van a desprenderse las cifras que permitirán saber con seguridad en qué punto de la pandemia nos encontramos para, solo a partir de ahí, poder ofrecer un calendario fiable de desescalada del confinamiento y relajamiento del resto de medidas que nos han permitido frenar la pandemia.
En medio de esta realidad, una situación de pandemia mundial que, muy poco tiempo antes, nos hubiera parecido un escenario de película más o menos apocalíptica, el pasado día 7 de abril conmemoramos el Día Mundial de la Salud. Y a pesar de todo, del sufrimiento, la incerteza y el dolor por las pérdidas, fue una fecha a celebrar. Celebramos que en situaciones límites, como la que –aunque ya en estado de control y regreso paulatino a la normalidad en nuestro país– todavía vivimos, todo el engranaje de nuestra sociedad se ha volcado por convertirse en la medida de sus posibilidades en un apoyo a la sanidad. Las acciones de soporte y colaboración con el sector sanitario, farmacéutico y del cuidado de las personas se han multiplicado, hasta el punto que resulta imposible citarlas todas.
El sector sanitario ha sabido convertirse por un periodo en un todo único, en un gran ente colaborativo. Sanidad pública y privada han sumado esfuerzos poniendo al servicio del bien común aquello que mejor saben hacer, volcándose en el cuidado de los enfermos y en la prevención. Desde el cluster de investigación más avanzado, hasta los servicios de desinfección, todos los implicados de un modo u otro se han comprometido sin fisuras. El seguimiento de sus esfuerzos, además de los actos de soporte por parte de empresas, organizaciones y particulares que han ofrecido su expertise en cualquier otro ámbito que pudiera resultar de ayuda nos ha aportado durante los días más difíciles el grado de optimismo necesario. Detallarlas todas es imposible: desde las asociaciones de taxis que han ofrecido carreras gratuitas a los sanitarios, hasta las cadenas de comida a domicilio que les han hecho llegar sus platos; las personas que, desde sus casas, han optado por coser mascarillas o echar una mano a un mayor que vive solo; los expertos en tecnología 3D aportando su capacidad para fabricar equipamiento hospitalario; o las cátedras de ciencia y matemáticas de diversidad de universidades pensando modelos que permitan prever la evolución del virus.
Si alguna cosa buena hemos sacado de esta terrible experiencia es el grado de solidaridad del que es capaz una sociedad que muchas veces tildamos de individualista y egoísta. Una sociedad que revalorizará en adelante y posiblemente más que nunca la salud y todo lo que ello conlleva. En lo público, la realidad nos ha golpeado y evidenciado que no hay recortes que valgan cuando se trata de preservar la salud; en lo privado, todos los actores relacionados de un modo u otro con la sanidad van a reivindicar y ver revalidada su valía. Para el mundo, y para cada uno de nosotros, habrá un antes y un después de la crisis del Covid-19; ya no seremos los mismos. Y muy probablemente, todo lo relativo a la salud pase a ocupar un papel mucho más determinante en adelante. Incluso puede que hayamos aprendido a vivir, ni que sea un poco, de otro modo para vivir más y mejor.
- • El sarampión, del que hay datos en España desde tiempos de los íberos, fue el causante de 200 millones de defunciones. Aunque hoy una vacuna asegura la inmunidad, todavía no está erradicado.
- • La peste negra provocó en los siglos xiv y xv la muerte de 75 millones de personas. En Barcelona en torno a 1821, pereció un 10% de la población. Todavía está activa en algunas zonas rurales del sudeste asiático.
- • La viruela es una enfermedad infecciosa, hoy erradicada, responsable de la pandemia más mortífera conocida. Se calcula que 300 millones de personas fallecieron por su causa. La mortandad más elevada se registró en América durante la colonización española; en unos 200 años los incas perdieron el 85% de su población.
- • La “gripe española” acabó entre 1918 y 1920 con una octava parte de la población mundial. Su denominación no hizo referencia al origen, que no fue España, sino una vez más a intereses geoestratégicos.
- • El SARS, Síndrome Respiratorio Agudo, se detectó en 2003 en Hong Kong y afectó a 24 países con un saldo de 8.098 afectados de los que 774 no lo superaron, según datos de la Organización Mundial de la Salud.
- • La gripe aviar es un virus infeccioso de las aves provocada por una cepa de la gripe que, en principio, no afecta a las personas, aunque en 2005 saltó la alarma cuando Hong Kong confirmó 50 infectados de los que murieron 26. La crisis se saldó en 2014 con 420 infectados y 275 fallecidos. Todos habían tenido contacto directo con animales.
- • La gripe porcina en 2009, provocada también por un virus que muta de los animales a los humanos, provocó estado de alerta por riesgo de pandemia, si bien finalmente el riesgo no se confirmó. En 1918 esta gripe había matado a más de 50 millones de personas y en 1957, en Asia, una variante provocó la gripe asiática con casi un millón de víctimas.
- • El ébola, que no se considera pandemia porque no ataca a más de un continente, es un virus de origen desconocido. De alta mortalidad, se propaga por fluidos aunque es poco infectivo y, en consecuencia, más fácil de controlar. Hasta el momento no tiene tratamiento específico y sigue activo en la República Democrática del Congo.